Es posible que surja un “endoballet”, ahora que lo contemplamos como una manera integral de bienestar, un modo de conectar con la parte más enérgica y sutil.
La endometriosis es una enfermedad que se da en el lugar más íntimo y creativo de la mujer. El útero es el reflejo del corazón femenino. No sólo alberga potencial vital, sino que tiene la capacidad de entregar, liberar y soltar. El ballet te invita a abrir, pues todas sus posturas son hacia fuera. También a elongar, a crecer desde dentro. Es una disciplina armónica, construye los movimientos desde una base sólida como una arquitectura. La fuerza y el estiramiento se alían y juntos desembocan en un fluir suave. Permite que se combinen nuestro lado fuerte y sensible. Un “Endoballet” es posible y he tenido la suerte que la vida me lo demuestre en un caso real y maravilloso. Su nombre es Esther Fernández y en tan sólo unas pocas clases vi su tremenda fuerza interior y su impresionante capacidad física.
Cuando adaptamos y personalizamos estamos bailando de manera inclusiva. Al final de las clases, siempre suelo preguntar cómo se ha sentido la persona. Esther me dio la clave, había vuelto a ser niña, a estar en el cuerpo y en el momento presente. Se trata justamente de eso, de encontrar el cisne que hay en ti. Mariposas amarillas, al igual que la oruga estuvo arrastrándose, se puso el traje de seda y tuvo la larga espera hasta sentir sus alas; os invito a que probéis las alas de cisne que seguramente os harán conocer nuevos y altos vuelos.
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